Los jueves es un dia especial.
Todo es pura delicia.
Para empezar, mi amiga Rosa Sin Espinas viene a mi casa y juntas nos vamos a Castro_Urdiales.
Mientras ella está con su hija que vive allí, yo estoy con Lee, me llena las manos de agujas y hablamos de Seul y de Corea y sobretodo de golf, ya que su hija Harang es campeona de Europa y como ya sabeis, mis hijos mayores son profesionales de ese dificilísimo deporte, por lo que es un tema que me interesa en alto grado.
Lee, aparte de ser un extraordinario médico que hace milagros con sus pacientes, es muy guapo, tiene gran sentido del humor y me está cambiando la vida.
Me encuentro mejor, tomo menos medicación y según él, terminaré andando sin muleta y jugando al golf... ¿por qué no?
En la consulta he conocido a mucha gente y allí si me gusta hablar de mi pierna, tema que es tabú en los demás contextos.
Terminada mi sesión de agujas, mi amiguita y yo nos vamos a comer al hotel Miramar, frente a la playa, disfrutando de un lujo que está a punto de terminar ya que por la ley de costas están a punto de derribar el edificio.
Son los últimos dias de un periodo de la vida en el que el relax, la calma, la cocina casera servida cuidadosamente frente al Cantábrico, tenía valor.
La decadencia invade nuestras vidas y yo me agarro al último resquicio de la dolce vita.
viva la vida viva!!
ResponderEliminar¡viva!
ResponderEliminarTodo comenzó en el Miramar, frente a la playa. A los presentes les llamó poderosamente la atención la rotunda presencia de aquellas dos mujeres que llegaban.
ResponderEliminarAsí comenzaba la extraordinaria obra literaria que ha dejado atónitos a todos los miembros del jurado.
ResponderEliminar...y se miraron a los ojos, sorprendidos pero sin poder articular palabra, nunca habian visto dos mujeres asi.
ResponderEliminarEllas siguieron su camino, disfrutando de la presencia del mar, de su sonido, de la espuma que ornamentaba las olas como collares de perlas blanquisimas.....
Y desde un lugar lejano, ajeno a ese entorno privilegiado, un observador sonreía misteriosamente.
ResponderEliminarNadie se dió cuenta de que estaba ahi, retrodeció unos pasos para asegurarse de no ser visto, saco otra vez sus prismáticos de bolsillo y obsrvó la escena de nuevo.
ResponderEliminarEl lo sabia de antemano, tranquilamente se alejó de la escena.
"Ahora sé lo que tengo que hacer", pensó.
Las intenciones del testigo invisible no estaban previstas, ya que le había llamado la atención el cambio de actitud de la pareja, que solo en raras ocasiones se quedaban a comer en Castro_Urdiales.
ResponderEliminarBlanca absorta en sus pensamientos fugaces, pisaba la arena descalza, disfrutando del cosquilleo que le producia el contacto húmedo.
ResponderEliminarRosa sin espinas, estaba preocupada por algo que le habia dicho su hija en la visita.
Un escalofrio recorrió el cuerpo de ambas al unísono, los hombres y mujeres del pueblo las miraban desde la barandilla y ellas ajenas a sus miradas escrutadoras, se pararon de repente y sus miradas se dirigieron al mar.
_Tienes hambre?- pregunto Blanca.
Rosa sin espinas le miró con interrogación.
-Si, mucha
En los meses de aquella primavera pasaron por aquí seguramente más de una vez.
ResponderEliminarEntonces las dos eran muy jóvenes y llegaban en el Chrysler amarillo y negro.
Las imagino al mediodía, por la avenida de los tilos, la capota del coche salpicada de sol....
El gusanillo empezó cuando la abuela nos contaba aquellas historias que nosotras llamábamos Batallitas.
ResponderEliminarLa abuela siempre habia sido una mujer luchadora y nos lo inculcó desde que teníamos uso de razón:
-Hijas- decía con voz casi susurrante- tened en cuenta que ahora lo teneís todo, teneis un plato de comida y un techo en el que cobijaros pero no siempre será así. Nadie da nada por nada.
La abuela tenia un don especial para contarnos aquellas batallitas que las salpicaba de tilos en flor, de sol, de salitre, de estrellas
ResponderEliminarTanto Blanca como Rosa Sin Espinas, ajenas a la atenta mirada del observador, calladas y pensativas, recordaban aquellos veranos pasados en Castro Urdiales, cada una de diferente manera.
ResponderEliminarTodavía sus vidas no se habían encontrado.
Y sin embargo,sólo por un instante, se destacan las dos a pleno sol con los trajes que he visto en las fotografías
ResponderEliminar...pensó el desconocido.
ResponderEliminarDesde la colina podia verlas a las dos, las recordaba como si todo acabara de ocurrir.
Tengo que hablar con ellas
El observador dudaba.
ResponderEliminarNo quería cometer un error imperdonable que pudiera echar a perder todo el proyecto, que había sido tejido coo una delicada tela de araña.