Desde que era pequeña la parte que mas me interesaba de mi cuerpo eran los pies y por ende los zapatos.
He pasado por todo tipo de zapatos, desde el sufrimiento que me provocaban las merceditas que mi madre me compraba cuando yo lo que quería eran mocasines hasta las balerinas de todos los colores que me compraba en Biarritz, hasta cuando me encargaba botas y zapatos a medida en Villarejo que me destrozaron mis lindos piececitos, pasando por las alpargatas que era lo único que me quedaba cuando terminé PH.
Ahora, ante el horror de colegas incluidos artistas uso Crocs y Uggly boots que encargo por internet y añado una plataforma en el derecho para que se equilibren mis piernas ( la derecha es mas corta: 3 cms y medio) me siento maravillosamente calzada, me impresiono ante los zapatos de los grandes diseñadores que calzan las modelos con soltura en las pasarelas y las señoras retorciéndose en los cócteles.
Hace no mucho acudí a ver a Rossy de Palma en una obra de teatro de la que lo único que recuerdo es lo bien que se movía por el escenario con diferentes Louboutin.
Yo he sido muy presumida y he usado tacones y plataformas incluso después de romperme la pierna la primera vez y reconozco que sufría, pero me compensaba. Incluso viajaba con tacones.
Lo mejor de todo es que la primera persona que usó tacones fuera un hombre.
Manolo Blanick merece todo mi respeto como artista pero considero que un zapato debe ser un complemento que además de mantener el esqueleto equilibrado, nos permita sentirnos cómodas al andar.
Resumiendo:
¿en donde reside el poder de los tacones?