Ayer estuve en Gernika.
Gernika es el corazón de Euskal Herria.
Hacía tiempo que no iba a Gernika y reconozco que disfruté.
Expuse en Gernika hace tiempo y fue como cumplir con un deber.
Era una asignatura pendiente.
Comí en el Boliña el viejo que es como volver a la casa de mi abuelo.
Todo antiguo, inamovible, como si no hubiera estado allí durante el bombardeo.
Las mismas camareras, las mismas mesas, las mismas servilletas, los mismos comensales, la misma comida exquisita.
Me trae recuerdo de varias épocas de mi vida en las que Gernika ha adquirido protagonismo, como cuando iba a visitar al gran pintor y amigo Jose María Ucelay tiempos ricos en experiencias y aprendizaje.
Fui muy feliz aquellas tardes eternas que se me hacían tan cortas pasadas en Txirapozu con Jose María a quien tanto quise y de quien tanto aprendí.
¡que bien se portó conmigo!
Nunca podré olvidar su devoción hacia mi demostrada cuando vino en taxi desde Busturia a la inauguración de mi primera exposición en Mikeldi.
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