miércoles, diciembre 21, 2016

La caída en el cine










Fui al cine del puerto deportivo de Getxo y dejaron abierta la puerta a pesar de que había empezado la película, así que me levanté para cerrarla y no se me ocurrió utilizar la linterna del iPhone, me tropecé, me caí, se me rompieron las gafas y lo único que saqué en limpio es un ojo morado y que pude ver la peli hasta el final sin que nada me molestara.
Antes de ponerse morado mi ojo estaba rojo como se ve en las fotos.





martes, diciembre 20, 2016

El puente colgante












Durante todos los veranos de mi adolescencia, hasta que me casé y empecé a vivir en Getxo, el puente colgante era el caballo de batalla de mis veranos.
Tanto mis amigas como mi novio vivían en la margen derecha y nosotros teníamos la casa de verano en Santurce, lo cual significaba que yo tenía que pasar el puente colgante para hacer los planes que me apetecían.
Lo peor de todo es que me obligaban a estar en casa a las 10 en punto y siempre andaba corriendo hasta que me compraron una motocicleta.
Una vez, al subir por una cuesta oscura que yo pensaba que tardaría menos, había un hombre masturbándose y pasé un mal rato, hasta que llegué a la carretera.
Veranear en Santurce tenía ventajas porque también vivía mi abuelo y mi madrina y otras tías de Madrid y había un ambiente familiar encantador.
Además teníamos dos jardines maravillosos y en mi cuarto había un balcón desde el que se divisaba todo el Abra.
También teníamos un balandro, el Alín II y un bote y un dinguy para remar.
Me gustaba la vela y bañarme en alta mar.
Lo malo era tener que pasar el puente colgante, pero ahora me gusta, sobre todo de cerca.
Quiero hacerle muchas fotos, también desde Portugalete.


domingo, diciembre 18, 2016

Jardines de Albia y Mazarredo, Bilbao







Ayer comí con mi amiga Rosa sin espinas cerca de los jardines de Albia, en un restaurante que no nos gustó nada que está justo debajo de la casa de mi abuelo.
Esa zona de Bilbao e como meterme en la máquina del tiempo y hace que me sienta bien.
Muchas cosas han cambiado a mi alrededor y sin embargo yo sigo siendo la misma niña sonriente, llena de entusiasmo.
Lo único que he perdido, afortunadamente, son las ganas de comerme el mundo.
Ahora prefiero quedarme en casa e ir cavando en la mina que hay dentro de mi.

Hasta tal punto que recuerdo el estribillo del Magnificat que se cantaba en las grandes ocasiones:

El Señor hizo en mi maravillas ¡Gloria al Señor!

Tengo intención de seguir buscando hasta que las encuentre.