Hace unos dias me encontré en Zampa con el famoso artista Roberto Zalbidea y traía unos carteles sobre toros que había recogido de la sala de prensa donde había estado por la mañana.
Me contó que el cartel de los toros de Bilbao es el único que se encarga a dedo, sin concurso y que este año se lo habían encargado a una chica llamada Sara.
Como soy antitaurina, no mostré demasiado interés, pero cuando me dijo que pagaban 6000 euritos por el cartelito, mi corazón se aceleró y mi interés creció.
¿que haría yo, una persona comprometida, coherente en ocasiones, habiendo reconocido publicamente que soy antitaurina, ante semejante oferta?
Evidentemente decir que no: "noblesse oblige".
Yo antes de ser antitaurina no era nada.
Cuando era jovencita me llevaban a los toros, era un ritual familiar, me aburría como un hongo y cuando me casé poco a poco me escaqueé.
Hasta tal punto participé en ese drama prehistórico que cuando volví de Francia con 17 años, me pusieron una peineta y tuve que cenar con Santiago Martín, "El Viti"y bailar con él porque era su madrina.
No sé por qué motivo el torero se interesó por mi y además de llamarme y enviarme postales de los lugares en que toreaba, cuando tenía un día libre venía a visitarme con interés de cortejarme.
La verdad es que yo no tenía nada que ver con el mundo de los toros, ni con la gente que me presentaba, ni con él, a pesar del interés que demostraba: era serio, correcto y yo era una niña juguetona con ganas de divertirme y de estar con mis amigas y conocer chicos jóvenes y guapos.
La verdad es que ir en un Mercedes con un señor al que todo el mundo pedía autógrafos (de paso también me los pedían a mi) con quien no tenía nada en común, excepto que se encaprichó conmigo, no era mi cup of tea, así que me eché un novio joven y rubio que llenaba mis espectativas (en aquel momento).
Se lo presenté a Santiago y así terminó mi historia con la tauromaquia.