Durante todos los veranos de mi adolescencia, hasta que me casé y empecé a vivir en Getxo, el puente colgante era el caballo de batalla de mis veranos.
Tanto mis amigas como mi novio vivían en la margen derecha y nosotros teníamos la casa de verano en Santurce, lo cual significaba que yo tenía que pasar el puente colgante para hacer los planes que me apetecían.
Lo peor de todo es que me obligaban a estar en casa a las 10 en punto y siempre andaba corriendo hasta que me compraron una motocicleta.
Una vez, al subir por una cuesta oscura que yo pensaba que tardaría menos, había un hombre masturbándose y pasé un mal rato, hasta que llegué a la carretera.
Veranear en Santurce tenía ventajas porque también vivía mi abuelo y mi madrina y otras tías de Madrid y había un ambiente familiar encantador.
Además teníamos dos jardines maravillosos y en mi cuarto había un balcón desde el que se divisaba todo el Abra.
También teníamos un balandro, el Alín II y un bote y un dinguy para remar.
Me gustaba la vela y bañarme en alta mar.
Lo malo era tener que pasar el puente colgante, pero ahora me gusta, sobre todo de cerca.
Quiero hacerle muchas fotos, también desde Portugalete.
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