Cuando cumplí 13 años me mandaron interna a Madrid.
No sé exactamente el motivo, nunca lo he averiguado.
Me costó adaptarme porque siempre había estado muy protegida por mi familia pero poco a poco fui descubriendo los encantos de la individualidad y el museo del Prado.
Mi amor a la pintura nació conmigo, antes de saber que existía la capacidad de elegir, mi elección ya estaba hecha: seré pintora. No tuve alternativa.
Así que desde mi mas tierna infancia, a pesar de que me llevaron a clases de ballet, de piano y tenía que escribir redacciones en el colegio, yo sabía que sería pintora.
Pues bien, en Madrid comencé a tomar clases de pintura al óleo los sábados, y los domingos me los pasaba en el museo del Prado, extasiada, mareada, exhausta de sentir tantas emociones.
Cuando contemplé en la realidad lo que en fotografía tanto me había impactado, la Anunciación del Beato Fra Angelico, el síndrome de Stendhal se apoderó de mi, me mareé y comprendí que lo que había sentido ante ese cuadro era un sentimiento divino, una emoción tan pura y serena que no pertenecía a este mundo.
Considero imprescindible contemplar una obra de arte in situ.
Es mas importante lo que emana de ella que la obra en si.
A través de la física cuántica hoy en día es fácil entender que así sea.
Me ha sucedido en muchas ocasiones y simplemente lo aceptaba sin más, ya que a mi me educaron en los paradigmas de Newton, pero desde que me muevo bajo los nuevos paradigmas cuánticos, entiendo y comprendo la importancia de las ondas y las frecuencias.
Todo está aquí y ahora.
La iconografia de fra angelico es entrañable por lo naif, eso fue lo que mas me impresionó cuando conocí su obra.
ResponderEliminarla concepción me parecia de comic total y los colores de dibujos animados.
En cambio yo solo vi a Dios y lo divino, ni siquiera me fijé en el dibujo, solo la vibración.
ResponderEliminarY sigo sintiendo lo mismo.