"Whatever happens in your life remember one thing, something loves you so deeply.
And will continue to love you so deeply, and the way it loves you, you will never be loved like that ever, nobody, nothing will love you like this thing loves you. It is unconditional, unconditional love, no conditions attached it is absolute and 24 hours a day.
It does not miss a second, it is always there and it, whatever, establishes the standard for love.
Because it is so real.
Trust it.
I always say one thing
love that which can be loved, trust that which can be trusted...
Esta obra en la que me he sumergido me produce un placer nunca experimentado hasta ahora.
Me expreso en total libertad, nada me perturba, no es un proyecto (los proyectos son malos para el hígado), no siquiera sé lo que es, se hace sola, con lo que me encuentro, con lo que guardé, con lo que me quedó, sin pretender nada, las grapas me producen pequeños rasguños porque a veces trabajo como un animal guiada por el instinto.
Me siento segura, es una condensación de todo lo que he trabajado en mi vida, de mis equicocaciones, de mis aciertos, de mi todo y mi nada, soy muy feliz.
A pesar de la lluvia torrencial que caía sobre Bilbao, entusiasmada ante la idea de escuchar a mi idolatrada MIEKE BAL, protegida con mi sombrero-paraguas en la cabeza, mi muleta en una mano y la derecha libre para echar una mano si alguien la necesita, como recomendaba Oteiza, me dirigí al barroco Guggy Bilbao, cámara en riestre para poder informar a mis seguidores de lo que allí iba a suceder, una oportunidad extraordinaria, Mieke hablando de ANACRONISMOS, mi tema favorito.
Tras contemplar emocionada la exposición de los holandeses y la instalación de Mieke, con un síndrome de Sthendal que me produjo llanto contenido, entré en el auditorio, elegí el mejor sitio, bajando a trancas y barrancas esas escaleras que Gehry todavía no consigue hacerlas a la medida del ser humano (de las de la entrada ni hablo, divinas para que bajen las aguas del gran Bilbao) y me dispuse a disfrutar de la conferencia de Mieke, ya que cada palabra que sale de su boca es oro, al mismo tiempo que con mi discreta cámara de video, silenciosa, humilde y discreta, empecé a grabar sus palabras en un perfecto castellano.
Poco duró mi dicha: amablemente fuí invitada a cumplir la prohibición de grabar, cosa nueva para mi, ya que he grabado muchísimas conferencias y mesas redondas en ese auditorio.
Cuando proclamé lo lamentable de la situación, me ofrecieron darme un CD con la grabación que estaban haciendo desde la cabina, a la cual, posiblemente solo tenga acceso yo y se quede guardada en los ficheros del Guggenheim Bilbao.
Al salir me pidieron mi nombre y mail.
Todo sucedió discretamente y con mucha educación.
No hubo necesidad de recurrir a los Beltzas.
Reprimir la libertad de expresión es fácil ¿qué podía hacer?
Algunos videos que he sacado en el Auditorio del Guggenheim Bilbao sin restricciones:
La Paz es Posible es la primera recopilación biografia exhaustiva sobre Prem Rawat (Maharaji). En ella se documenta su extraordinaria trayectoria:
Desde la infancia junto a su padre, que fue un venerado maestro, pasando por el día en el que habló por primera vez en público, su hallazgo por un grupo de hippies en su casa al pie de los Himalayas cuando tan sólo era un niño, así como su impactante llegada a Occidente cuando tenía trece años.
Cuando Prem Rawat contaba seis años de edad, su padre y querido maestro, Shri Hans Ji Maharaj, le hizo un regalo especial: le enseñó una forma práctica de descubrir un mundo de paz en su interior. Tenía ocho años cuando su padre falleció, y él aceptó la responsabilidad de difundir el mensaje de paz.
Diariamente iba al colegio y los fines de semana hablaba ante decenas de miles de personas. Desde entonces, ha dedicado cuarenta años a inspirar a millones de personas de toda clase y condición, y a ofrecerles el mismo regalo que él recibió.
Pocos periodistas han ido más allá de los estereotipos y se han tomado la molestia de captar el verdadero sentido de lo que él ofrece. Aunque su mensaje se traduce a más de setenta idiomas, sigue siendo un secreto que pocos conocen, y que se difunde principalmente de boca en boca.
Este libro descubre por primera vez al gran público a Prem Rawat: su persona, su vida y su importante mensaje de paz, tan apropiado para los agitados tiempos en que vivimos.
Si algo me gusta, es vivir.
Ver mi cuerpo en la calle,
hablar contigo como un camarada,
mirar escaparates
y, sobre todo, sonreír de lejos
a los árboles...
También me gustan los camiones grises
y muchísimo más los elefantes.
Besar tus pechos,
echarme en tu regazo y despeinarte,
tragar agua de mar como cerveza
amarga, espumeante.
Todo lo que sea salir
de casa, estornudar de tarde en tarde,
escupir contra el cielo de los tundras
y las medallas de los similares,
salir
de esta espaciosa y triste cárcel,
aligerar los ríos y los soles,
salir, salir al aire libre, al aire.
En otro tiempo hubo un río aquí, donde ahora no hay más que bancos y baldosas. Hay más de una docena de ríos bajo la ciudad, si hacemos caso a lo que dicen los más viejos. Ahora es sólo una plaza en un barrio obrero. Y esos tres chopos son la única señal de que el río sigue ahí debajo. .
Todos llevamos dentro un río oculto a punto de desbordarse. Cuando no son los miedos, es el arrepentimiento. Si no son las dudas, la impotencia. .
Un viento del Oeste azota los chopos. La gente camina a duras penas. Desde el cuarto piso una señora mayor arroja ropa por la ventana: tira una camisa negra y una falda de cuadros y un pañuelo amarillo de seda y unas medias y aquellos zapatos blancos y negros de charol que llevaba puestos el día de invierno que llegó del pueblo. Eran como avefrías heladas sus pies sobre la nieve. Los niños han salido corriendo tras la ropa. Ha tirado, por fin, su vestido de boda, que se ha posado torpemente sobre un chopo, como si fuera un pájaro demasiado pesado. .
Se oye un gran ruido. Se asustan los transeúntes. El viento ha arrancado de cuajo uno de los chopos. Las raíces del árbol parecen la mano de una mujer mayor, que espera que cuanto antes otra mano la acaricie.