miércoles, octubre 09, 2013

Un tramway signé Buren












Quand le tramway s'arrête à quai dans sa livrée zébrée, ses rayures noires s'alignent sur celles peintes au sol, pour former une oeuvre d'art éphémère. C'est l'idée insensée de Daniel Buren, l'artiste dont le nom est, depuis 1986, indissociable des fameuses colonnes du Palais Royal, à Paris.
Les premiers jours de septembre, alors que Tours fêtait son nouveau transport public, le tramway et le quai dessinaient plutôt des Z que des I. Les chauffeurs, autrefois affectés aux bus de la ville, ne maîtrisaient pas encore très bien le lourd engin de 57 tonnes...
Pour le reste, Daniel Buren a tout prévu. Le nouveau tramway tourangeau gris métal, sans nez, sans phare (mais avec des LED), glisse dans la ville, tel un curseur. Il file en reflétant la cité sur un parcours de 15 km, passant au pied de la gare, enjambant la Loire et jusqu'à l'hôtel de ville de Joué-lès-Tours où trône une grande pergola en forme de T, rythmée de verres colorés vert, bleu, rouge signée Buren... "Le matériau réfléchissant m'intéresse, explique l'artiste plasticien. Ainsi, le tramway a toutes les couleurs de la ville : il emprunte celle des voitures, du ciel et de la Loire quand il passe au-dessus du fleuve, ce moment sublime...", précise l'homme vêtu d'une sombre veste chinoise.

martes, octubre 08, 2013

las otras meninas









Matías Díaz Padrón sostiene que el genio sevillano pintó un ‘modeletto’ preparatorio de la magistral obra del Prado que se conserva en un museo de Dorset



Velázquez pintó ‘otras Meninas’. Son un ‘modeletto’, un boceto de la magistral obra que atesora el Museo del Prado y están en la Kingston House de Dorset, en el Reino Unido. Así lo sostiene Matías Díaz Padrón, conservador del Museo durante décadas, responsable de más de cuatrocientas atribuciones, dos de ellas de Veláquez, y toda una autoridad en la materia. Díaz Padrón ya lanzó su tesis sobre las ‘Primeras Meninas’ en 1997, puesta en duda por Jonathan Brown, quien a su vez dudó en su día de otras atribuciones velazqueñas hoy confirmadas, como la de ‘Santa Rufina’. Pero tras quince años de investigación, Díaz Padrón ultima una extensa monografía en la que documenta su tesis con una densa batería documental y científica. El mismísimo Goya y Jovellanos habrían avalado en su tiempo la autoría velazqueña de estas ‘Primeras Meninas’ de Dorset, que Lord Bankes compró para su palacio de Kingston Lacy. El Prado, que el viernes inaugura un muestra dedicada al último Velázquez, guarda de momento un cauteloso silencio.
Durante años el cuadro expuesto en la Kingston House de Dorset fue atribuido al yerno de Velázquez, Juan Bautista Martínez del Mazo (1610-1667). Pero para Díaz Padrón no hay duda de la autoría del genio sevillano. La atribución que del conservador jefe del Museo del Prado equivaldría en importancia al hallazgo de una novela de Cervantes o a la aparición de la Sinfonía número 37 de Mozart
“Las Meninas' expuestas en la Kingston House son de Velázquez”, insiste Díaz Padrón como colofón de su intensa y larga investigación y a falta de estudios químicos y espectrográficos que este experto considera innecesarios.
Se trata de un 'modeletto', es decir, un cuadro preparatorio anterior a la ‘joya de la corona’ del Prado terminada en 1656. Sólo Velázquez “podría haberlo concebido con semejante calidad”, asegura Díaz Padrón. El estudio detallado y en rigor de la obra evidencia según él “la fragancia de la pincelada del artista, la huella de su personalidad y de su firme trazo, la atmósfera característica de sus cuadros”. “En ningún caso puede mencionarse el retrato de la familia de Felipe IV en los términos de un boceto o de un estudio más o menos avanzado, porque es un cuadro terminado, completo”, sostiene
‘Las Meninas de Dorset’ –al suroeste de Londres- son más pequeñas que las del Prado -1,42 por 1,22 metros frente a los 3,18 por 2,76-, pero mantiene la misma composición. Se diferencia en el hecho de que desaparece la imagen de los reyes en el espejo de la estancia, pero contiene otros rasgos cuyo interés convierte al cuadro en un testimonio excepcional. “No cabe duda de que Velázquez compuso la obra con mayor espontaneidad y de que el hecho de renunciar al rigor de unas dimensiones monumentales y la situación de evitar el compromiso de un retrato para la Familia Real supusieron que pintara de una más directa, más fantasiosa, más fresca”, sostiene el reputado conservador del Prado