lunes, julio 13, 2015

Saint Bertrad de Comminges

Me pregunto por qué motivo no he nacido en Francia gustándome tanto.
Tanto me gusta todo que hasta lo que no me gusta, si es francés, hace que se produzca una alquimia en mi selectivo paladar y termine encantándome.
El poder de la química
No tiene mucho mérito que me guste todo en Francia porque es tan alto el nivel cultural al que todo el mundo tiene acceso desde su más  tierna infancia, que a la hora de la vida cotidiana se refleja en casi todos los campos de la vida.

La pequeña excursión a Saint Bertrand de Comminges ha resultado maravillosa.
Majestuoso edificio en lo alto que se divisa desde la carretera presidiendo un pueblecito con todos los ingredientes indispensables para seducir al turista mas exigente.
Las hortensias de un rosa tan fuerte que casi parecen grosellas.
La variedad de los árboles, todos autóctonos y ya viejitos, nos deleitan con su quietud misteriosa creando en nosotros la curiosidad por saber qué han visto a lo largo de los siglos.

A cierta altura, los pájaros cantan mejor y cuando descienden al suelo para darse un paseo y se dejan ver de cerca, observó que visten plumas de lindos colores.
Ha resultado una tarde tranquila y placentera.

    

domingo, julio 12, 2015

Domingo en Saint Gaudens

Es impresionante lo pronto que se puede llegar a olvidar la importancia de tener ordenadas las prioridades.
A pesar de haber estado casi un año practicando la macrobiotica de manera radical la mayor parte del tiempo, había olvidado que todo se basa en el equilibrio entre el yin y el yang.
Lo había dejado de lado mientras estaba pendiente del arroz integral.
¡Craso error!
Gracias a las conferencias de Saint Gaudens he puesto orden en lo fundamental y espero tenerlo presente de ahora en adelante.
La mayor parte de los problemas tanto físicos como mentales son debidos a un exceso de yin.
Lo primero que recomiendan para parar el golpe de casi todas las enfermedades que terminan en "itis" es dejar el azúcar, el alcohol, el café, la fruta sobretodo la tropical, las verduras solanaceas sobretodo el tomate...
Solamente evitando ingerir esos alimentos se notara gran mejoría.


Hoy, domingo, todo esta tranquilo en Cuisine et Sante así que he ido a Saint Gaudens.
El pueblo es precioso, tiene ese encanto que caracteriza a los pueblos franceses.
Las casas son preciosas y baratas, muy apetecibles, pero la humedad ambiental evita que me recree en ese pensamiento.
He comprado Sumission de Houellebecq.
Ya lo estaba leyendo en el Kindle pero prefiero el libro analógico.
También he comprado Tuer le pere de Amelie Nothom, me gusta como escribe.
Me han contado que tiene tiendas maravillosas, de esas que solo los franceses son capaces de inventar, como por ejemplo una tienda solo de tazas, algo impensable teniendo en cuenta que Saint Gaudens solo tiene 13.000 habitantes...

sábado, julio 11, 2015

Mi relación con la macrobiotica





Hace muchos años, muchísimos, más de cuarenta, oí hablar de macrobiotica a Pizca Riviere que a la sazón vivía en Algorta y me solía invitar a comer a su casa.
Pizca era una gran pionera, tenía la capacidad de enterarse de las cosas interesantes antes que los demás y en aquella ocasión me sorprendió con un menú muy diferente de lo habitual a base de arroz integral, seitan, tofu y azukis.
Se guiaba por un libro al que consideraba su tesoro ya que ella intuía que no existía una alimentación más saludable.
Años después conocí a Dorita Castresana que tenía una tienda de productos macrobioticos en Algorta.
Había estudiado en Alemania y sabia tanto de macrobiotica que los clientes que seguían sus direcciones se curaban de todos sus males.
En aquella época me hice muy amiga de Dorita y solíamos movernos bastante por el país vasco para ver vídeos de las conferencias de Prem Rawat; durante los viajes en coche me hablaba constantemente de macrobiotica y de la importancia de equilibrar el yin y el yang.
Le escuchaba interesada pero no lo ponía en practica.
Cuando me rompí la pierna y por mas que me operaban no conseguía que se curara, decidí tomar las riendas de mi salud y me vine a Saint Gaudens, al centro Cuisine et Sante que estaba considerado el mejor de Europa.
Pase diez días que es el tiempo que recomiendan para que se cambie el PH de la sangre, aprendiendo la teoría y la práctica de la macrobiotica, leyendo los libros de Osawa y asistiendo a las conferencia impartidas por el director.
No solo me cambio el PH de la sangre sino que también me cambio una parte importante de mi vida.
Experimente que la alimentación influye en casi todo lo demás.
A medida que iba practicando la macrobiotica me iba encontrando mejor y mis ideas se ordenaban.
Mi fuerza de voluntad se acrecentaba y el bienestar que sentía me impulsaba a seguir en esa línea que no tiene nada que ver con lo que ofrece el mundo que me rodea.
Hasta tal punto mejoraba mi salud que le dije al cirujano que me estaba esperando para operarme  de la rodilla que no lo necesitaba puesto que había dejado de dolerme.
Deje de ir a bares y de comer fuera de casa.
Deje de pintar y me inscribí en un curso de escritura.

Y así se desarrollaba mi existencia hasta que en un viaje a Barcelona decidí olvidarme de la macrobiotica y dedicarme a disfrutar de la cocina catalana.
¡Craso error!
Se me desplazo el eje que me mantenía centrada.
Al volver a casa no conseguía apartar de mi cabeza los placeres de la comida convencional y me deje llevar por la tentación y ese despiste creció y me di cuenta de que me había apartado de lo que para mi resultaba tan saludable.

Antes de que las cosas se pusieran peor, recapacite y recordé que existía Saint Gaudens y ni corta ni perezosa me vine antes de que se me desbocaran los caballos de la mente.

Y aquí estoy tan contenta sintiendo con alegría los primeros beneficios de esta maravillosa alimentación.  

sábado, julio 04, 2015

respiración consciente

respiración consciente from BLANCA ORAA MOYUA_agente cultura on Vimeo.

Jean-Michel Basquiat: hijo de la ira y del mercado





El trabajo de Jean-Michel Basquiat (1960-1988) es una fractura entre el mito y la realidad. A medio camino, el abismo del mercado del arte y las decenas de millones de euros que se pagan por sus mejores obras. El espacio mitificado remite a un creador afroamericano de clase baja, ingenuo, despreocupado con el dinero, poco conocedor de su talento al que el sistema artístico exprime, arrincona y engulle hasta que el 12 de agosto es encontrado muerto en su loft de Great Jones Street en Manhattan (Nueva York) con una aguja temblando en la vena y la heroína en la sangre. Tenía 27 años, y en menos de una década de oficio había sido capaz de producir 3.000 obras.
La fuerza arrolladora de la juventud de Basquiat, el empleo de la pintura para exorcizar sus demonios, la ira ("el 80% de mi trabajo trata sobre ella", reconoció en una entrevista) y el mercado del arte son sombras de las que el visitante no puede zafarse en la exposiciónJean-Michel Basquiat: Ahora es el momento. Un título tomado de un fragmento del famoso discurso I have a dream, de Martin Luther King, y de un tema del saxofonista Charlie Parker. Estamos frente a un nuevo empeño, esta vez a cargo de la Galería de Arte de Ontario (Canadá) junto con el Guggenheim de Bilbao, de revelar cuánto hay de verdadera creación y cuánto de mercado en el mito Basquiat.
Ahora bien, de seguir vivo Basquiat tendría hoy 54 años. Estaría a la mitad de su carrera. ¿Qué quedaría de su fulgurante explosión? ¿Se pagarían millones de euros por sus telas? ¿Sería su trabajo un ejemplo más de la avalancha de pintura comercial que en los años ochenta inundó Nueva York? ¿Tendría un papel secundario en el arte como muchos de sus compañeros (Sandro Chia, Francesco Clemente, Julian Schnabel) de entonces? "Frente a bastante pintura reaccionaría que se produjo en esa época, Basquiat me parece el artista más interesante de ese grupo de pintores porque mantiene vivo el elemento contracultural que enlaza con lo popular", reflexiona Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía.El deambular por las salas y la lectura de las casi cien piezas que cartografían la muestra despeja algunas dudas. Los mejores trabajos coinciden con 1981 y 1982. Los inicios. Son los más rotundos y con mayor carga social. Irony of a Negro Police (1981) y el monumental Six Crimee (1982) sitúan la percepción del hombre negro en la sociedad estadounidense de la época. No hay que olvidar que en aquellos años se entendía que un afroamericano podía ser un buen deportista (fíjense en el lienzo Dark Race Horse, centrado en el pie del velocista Jesse Owens) pero no un creador. En el circuito del arte, los coleccionistas, marchantes y críticos son sobre todo blancos. Pero tal vez las obras más sinceras sean sobre papel. Tras décadas se ven frescas y vivas. Un retrato (sin título) con barra de óleo sobre papel de 1982 marca la clave. El estudio anatómico de la cara, el cuello, la boca es vibrante. Porque en Basquiat las bocas son celdas. En ellas se acerca al trazo duro de Frank Kline y al gesto libre de Cy Twonbly.
A la búsqueda de aclaraciones, las hermanas del artista, Jeanine y Lisane, presentes en la exposición, no detallan el número de obras que maneja el legado, ni dan importancia al problema de falsificaciones que sufre el artista. "Todas las obras están perfectamente documentadas", aseguran. ¿Respecto a las vertiginosas cotizaciones que alcanzan? "Basquiat se sentiría muy orgulloso al ver que su trabajo sigue vigente. Para él no era cuestión de dinero, sino de reconocimiento", sostienen.
Sin embargo, el mercado ha hecho su apreciación meramente económica. En mayo pasado un coleccionista pagaba 13,6 millones de dólares (12,2 millones de euros) por un dibujo sobre papel del artista. Récord en ese tipo de soporte. Dos años antes, el financiero malayo de 33 años Jho Low se gastaba 48,8 millones de dólares (44 millones) en la pintura de 1982 Dustheads. El precio más elevado alcanzado por el artista en una subasta. Quién diría que en los años ochenta un papel costaba unos 600 dólares y un lienzo entre 25.000 y 50.000 dólares. Aun así, Basquiat vendía por cifras muy altas para la época y su edad.
Muy pronto la familia (era el segundo de cuatro hijos) trata de encauzar su atracción por el arte. A los seis años, su madre le hace miembro del Museo de Brooklyn, empieza a dibujar en papeles desechados que trae su padre de la oficina (un gusto por los materiales de baja calidad que nunca abandonará), asiste a clases de arte en un centro alternativo (City-As-School) y sueña con ser dibujante de cómics. Le atraen las imágenes de la célebre revistaMAD y absorbe con idéntico interés los grabados de un tratado de anatomía (Grey’s Anatomy of The Human Body) que los apuntes de Leonardo Da Vinci. Con ellos boceta su lenguaje: símbolos, su famosa corona de tres picos, pictogramas, logos… Palabras que usa como "si fueran pinceladas", contará alguna vez. Todo apoyado en un trazo grueso de barra de óleo, acrílico o pastel. Con esa lectura del mundo, baja a las calles de Manhattan y junto con Al Diaz llena de grafitis los muros. Firman SAMO©, que juega con la frase Same Old Shit (La misma mierda de siempre). Pronto rompen la relación. Basquiat ya está preparado para deslumbrar en la escena artística neoyorquina. Quiere comerse en el mundo. Es 1981.Pero frente al mito engordado por el mercado del arte, el cine o los galeristas, la realidad de Basquiat es la de un chico de clase media acomodada (su padre, Gerard, un contable de origen haitiano, conducía un Mercedes y su madre, Matilde, era una reconocida diseñadora gráfica de ascendencia puertorriqueña), que tiene que convivir (como muchos otros hogares) con unos padres que se separan cuando él tiene siete años y que ve como su madre comienza a entrar y salir de varias instituciones mentales.
A partir de aquí entra la leyenda, el artista que a los 21 años ya era una celebridad y vendía todas las obras de su primera exposición individual, el rap, la cocaína, el jazz, su fugaz encuentro con Madonna o su trabajo a dos manos —propiciado por el galerista Bruno Bischofberger— con Andy Warhol. Algunas de esas obras (Win $ 1’000’000, Stoves, Quality o Ailing Ali in Fight of Life) forman una parte amplia de la exposición. Aunque son las menos interesantes de una muestra que reivindica a un Basquiat que busca su lugar en el mundo entre la ira y el mercado.