sábado, julio 11, 2015

Mi relación con la macrobiotica





Hace muchos años, muchísimos, más de cuarenta, oí hablar de macrobiotica a Pizca Riviere que a la sazón vivía en Algorta y me solía invitar a comer a su casa.
Pizca era una gran pionera, tenía la capacidad de enterarse de las cosas interesantes antes que los demás y en aquella ocasión me sorprendió con un menú muy diferente de lo habitual a base de arroz integral, seitan, tofu y azukis.
Se guiaba por un libro al que consideraba su tesoro ya que ella intuía que no existía una alimentación más saludable.
Años después conocí a Dorita Castresana que tenía una tienda de productos macrobioticos en Algorta.
Había estudiado en Alemania y sabia tanto de macrobiotica que los clientes que seguían sus direcciones se curaban de todos sus males.
En aquella época me hice muy amiga de Dorita y solíamos movernos bastante por el país vasco para ver vídeos de las conferencias de Prem Rawat; durante los viajes en coche me hablaba constantemente de macrobiotica y de la importancia de equilibrar el yin y el yang.
Le escuchaba interesada pero no lo ponía en practica.
Cuando me rompí la pierna y por mas que me operaban no conseguía que se curara, decidí tomar las riendas de mi salud y me vine a Saint Gaudens, al centro Cuisine et Sante que estaba considerado el mejor de Europa.
Pase diez días que es el tiempo que recomiendan para que se cambie el PH de la sangre, aprendiendo la teoría y la práctica de la macrobiotica, leyendo los libros de Osawa y asistiendo a las conferencia impartidas por el director.
No solo me cambio el PH de la sangre sino que también me cambio una parte importante de mi vida.
Experimente que la alimentación influye en casi todo lo demás.
A medida que iba practicando la macrobiotica me iba encontrando mejor y mis ideas se ordenaban.
Mi fuerza de voluntad se acrecentaba y el bienestar que sentía me impulsaba a seguir en esa línea que no tiene nada que ver con lo que ofrece el mundo que me rodea.
Hasta tal punto mejoraba mi salud que le dije al cirujano que me estaba esperando para operarme  de la rodilla que no lo necesitaba puesto que había dejado de dolerme.
Deje de ir a bares y de comer fuera de casa.
Deje de pintar y me inscribí en un curso de escritura.

Y así se desarrollaba mi existencia hasta que en un viaje a Barcelona decidí olvidarme de la macrobiotica y dedicarme a disfrutar de la cocina catalana.
¡Craso error!
Se me desplazo el eje que me mantenía centrada.
Al volver a casa no conseguía apartar de mi cabeza los placeres de la comida convencional y me deje llevar por la tentación y ese despiste creció y me di cuenta de que me había apartado de lo que para mi resultaba tan saludable.

Antes de que las cosas se pusieran peor, recapacite y recordé que existía Saint Gaudens y ni corta ni perezosa me vine antes de que se me desbocaran los caballos de la mente.

Y aquí estoy tan contenta sintiendo con alegría los primeros beneficios de esta maravillosa alimentación.