El río
.
En otro tiempo hubo un río aquí,
donde ahora no hay más que bancos y baldosas.
Hay más de una docena de ríos bajo la ciudad,
si hacemos caso a lo que dicen los más viejos.
Ahora es sólo una plaza en un barrio obrero.
Y esos tres chopos son la única señal
de que el río sigue ahí debajo.
.
Todos llevamos dentro un río oculto a punto de desbordarse.
Cuando no son los miedos, es el arrepentimiento.
Si no son las dudas, la impotencia.
.
Un viento del Oeste azota los chopos.
La gente camina a duras penas.
Desde el cuarto piso una señora mayor
arroja ropa por la ventana:
tira una camisa negra y una falda de cuadros
y un pañuelo amarillo de seda y unas medias
y aquellos zapatos blancos y negros de charol
que llevaba puestos el día de invierno que llegó del pueblo.
Eran como avefrías heladas sus pies sobre la nieve.
Los niños han salido corriendo tras la ropa.
Ha tirado, por fin, su vestido de boda,
que se ha posado torpemente sobre un chopo,
como si fuera un pájaro demasiado pesado.
.
Se oye un gran ruido. Se asustan los transeúntes.
El viento ha arrancado de cuajo uno de los chopos.
Las raíces del árbol parecen la mano de una mujer mayor,
que espera que cuanto antes otra mano la acaricie.
donde ahora no hay más que bancos y baldosas.
Hay más de una docena de ríos bajo la ciudad,
si hacemos caso a lo que dicen los más viejos.
Ahora es sólo una plaza en un barrio obrero.
Y esos tres chopos son la única señal
de que el río sigue ahí debajo.
.
Todos llevamos dentro un río oculto a punto de desbordarse.
Cuando no son los miedos, es el arrepentimiento.
Si no son las dudas, la impotencia.
.
Un viento del Oeste azota los chopos.
La gente camina a duras penas.
Desde el cuarto piso una señora mayor
arroja ropa por la ventana:
tira una camisa negra y una falda de cuadros
y un pañuelo amarillo de seda y unas medias
y aquellos zapatos blancos y negros de charol
que llevaba puestos el día de invierno que llegó del pueblo.
Eran como avefrías heladas sus pies sobre la nieve.
Los niños han salido corriendo tras la ropa.
Ha tirado, por fin, su vestido de boda,
que se ha posado torpemente sobre un chopo,
como si fuera un pájaro demasiado pesado.
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Se oye un gran ruido. Se asustan los transeúntes.
El viento ha arrancado de cuajo uno de los chopos.
Las raíces del árbol parecen la mano de una mujer mayor,
que espera que cuanto antes otra mano la acaricie.
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