Durante muchos años me he considerado una experta en playas.
Descubría playas que habían resultado invisibles para la gente.
El placer que sentía en una playa salvaje a la que había accedido bajando por imposibles pendientes que solo las cabras son capaces de transitar, era indescriptible.
No voy a contar todo mi historial sobre las playas porque resultaría excesivo, pero por ejemplo, cuando descubrí Barrika, lo hice desde un avión volviendo de Ibiza:
De repente, ante mi estupor, descubro una serie de playas en la costa que mejor conozco, Uribe_Kosta y me quedé perpleja.
Llego a mi casa, cojo mi coche, voy al lugar exacto en el que había visto las paradisiacas playas y allí solo había un acantilado abrupto.
No contenta con esta experiencia, volví y volví y ¡cual fue mi sorpresa cuando la vi! Allí estaba en todo su esplendor.
Simplemente cuando sube la marea, la tapa completamente, por eso está virgen dos veces al día.
Empecé a ir y vi que los surfers la conocían y algunas personas del pueblo.
La cuesta era muy muy empinada y peligrosa, pero estar en Barrika hacía que me sintiera en el paraíso.
Hoy en día tiene escaleras. Se han roto por los movimientos de tierra, Barrika está viva, (demasiado), hay socorristas, un chiringuito...y yo me dedico a otros asuntos.
Desde Barrika hay una especie de cueva interna que llega hasta Navarra; los espeleologos se entusiasman con Barrika.
Hasta hace unos años se pescaban langostas.
Yo iba a pescar por la noche a las rocas y había maravillas.
Un pez recién pescado es un manjar esquisito, tanto si es un centollo como un mojojón, todo sabe a gloria, y si lo cocinas en la playa con agua de mar, puedes olvidarte de todos los que tiene estrellas Michelin.
Bueno, el tema que me ocupa es que ayer, tontamente, al volver de Castro_Urdiales, descubrí una calita encantadora, con su escalerita en pleno camino de Punta Lucero.
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