Sigo pasando un repaso a mi vida a través de imágenes que traen a mi mente recuerdos maravillosos, una vida vivida intensamente, a mi manera, aunque intentaron doblegarme, pasé por muchos aros antes de rebelarme en firme pero el aro del matrimonio no lo pude soportar.
No tengo vocación de casada, punto, raya y medalla.
La única relación que me complace en sumo grado es la de maestro y discípulo, lo cual está cargado de lógica ya que desde que nací, el máximo disfrute lo encontraba en el conocimiento:
Saber, aprender, conocer, ese era mi afán, y contra viento y marea me salía del tiesto corriendo riesgos que podían resultar fatales, pero la atracción de lo desconocido me arrastraba.
Quise conocer otras realidades sociales, otros mundos de esos de los que hablaba el poeta:
"Hay otros mundos..., pero están en éste" (Paul Éluard)
¡qué pronto lo intuí!
Y sin embargo, influenciada por toda la literatura que había absorbido con frenesí desde mi más tierna infancia, creí y caí en el amor humano y poco tardé en darme cuenta de que estoy hecha para el amor divino que es incondicional y no se sufre.
Busqué, busqué, busqué, rogué, pedí, recé, recé...
Y cuando ya toda esperanza estaba perdida, llegó la luz en la forma de Prem Rawat que me salvó de una caída en picado.
Me recogió dulcemente, me ofreció su amor y a cambio yo puse en sus manos las riendas de mi vida.
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