Tanto había oido hablar de Flaviobriga que ayer me acerqué por la maravillosa calle Artigales para desilusionarme con el descubrimiento: una chapucita a la española. Sin comentarios.
He recordado mientras dormía aquella sensación única que tuve en Tesalónica, cuando dando mas vueltas que un tiovivo con una amiga para encontrar el restaurant que nos habían recomendado para cenar, nerviosas, cansadas, sin hablar griego y hambrientas, de repente nos quedamos como estatuas petrificadas ante una extensión de ruinas que habían dejado al descubierto de la antigua ciudad de Tesalónica que había sido construida debajo de la actual.
Tuve la sensación de que allí había una puerta interdimensional de gran intensidad ya que tanto mi amiga como yo, cuando recuperamos el habla y comentamos la experiencia, nos dimos cuente de la similitud.
No es la primera vez que me encuentro con ventanas y puertas interdimensionales, pero siempre que lo he sentido ha sido de una manera fortuita, en un lugar inesperado y no descubierto por la oficialidad.
De hecho en Bizkaia, cerquita de mi casa, tengo mis cuevas de recogimiento que rara vez comparto.
Incluso en Tesalónica, cuando fui al museo arqueológico que tanta fama tiene, no sentí nada especial excepto ganas de salir lo antes posible.
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