Sin tener ni idea de que lo que me apetecía hacer estuviera ya nominado, catalogado y calificado ad infinitum, yo, miserable estudiante de BBAA en la primera promoción de Bilbao, escondida en mi cuarto y sin decírselo a nadie, solo siguiendo los impulsos de mi corazón, comencé timidamente a fabricar lo que luego serían mis famosas cajitas, censuradas, criticadas y expuestas con temor en la galería Lúzaro, ya desaparecida.
Luego mis cajas han evolucionado y ya no molestan a nadie sino que incluso agradan.
Que sean comprendidas es otro cantar.
Y con cuanto amor mi queridísima amiga Cayatana Lacabex, lista como el hambre y conociéndome en profundidad, se presentó un dia en mi estudio con el libro de Joseph Cornell.
Me hizo y sigue haciéndome feliz.
un trabajo muy femenino
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