Ese dicho popular y populachero que reza: "las personas no cambian", es una de las mentiras más demostrables que conozco.
Las personas podemos cambiar, cambiamos y es mas, podemos dar la vuelta al guante.
Ese ha sido mi caso, no solo en mi comportamiento respecto a mi autodestrucción parada a tiempo en relación con temas graves como fue dejar las drogas y el tabaco, sino en aparentes nimiedades como puede ser ir a la playa, tomar el sol de frente con Nivea quemándome hasta morir y destruyendo un bellísimo cutis de porcelana que heredé de mi madre, plan que desarrollaba compulsivamente como casi todo lo que hago, yendo a la playa de 10 de la mañana a 9 de la noche sin parar para convertirme en mas negra que los negros de Senegal y creyendo que estaba fabulosa, arrugándome como una alpargata, problema que no tiene solución.
Agrega a eso que me rio con toda la cara como un animalito...enfín, yo me quiero de todas maneras.
Pues bien este verano. al que ni siquiera sé si se le puede llamar así, no he ido a la playa un solo día, evito el sol, y quiero recuperar lo poco que me queda de ese cutis del que solo queda el color.
Me lo cuido como si fuera un mueble antiguo, de gran valor y a medida que pasan los años adquiere más belleza.
Con que yo me dé cuente, ya me quedo contenta.
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