Los tre años que viví en Los Angeles fueron los mas felices de mi vida sin contar los de después y lo afirmo porque jamás antes había sentido lo que sentí un día conduciendo por la PCH cuando me dirigía a la residencia de Prem Rawat:
La playa a mi izquierda, a la derecha las colinas de Malibu y frente a mi la casa de mi maestro.
El día era espléndido y mi estado de ánimo insuperable.
Me sentía embriagada de dicha y pensé:
Ojalá no me muera nunca, sería tremendo irme de este cielo.
Nunca había sentido nada semejante.
Desde entonces todo ha ido in crescendo con pierna y sin pierna, me importa un rábano la muleta, me importa un rábano estar coja, me importa un rábano cansarme, lo que siento por dentro es tan bonito que cuando respiro solo soy capaz de decir:
Gracias Maharaji por haberme revelado tu conocimiento y por enseñarme a vivir cada día un poco mejor.
Ahí está para el que lo quiera, la única condición es estar vivo y pedirlo con el corazón de un niño, no valen las trampas.
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