Mi primer acercamiento a la semiótica fue a través de Roland Barthes.
Así como él se quedó fascinado con Saussire, yo lo hice con él.
Justo en esa época yo estudiaba BBAA y tuve la oportunidad de ir a California, con la suerte de que una amiga que iba en el mismo viaje conocía a Xavier Rubert de Ventós que a la sazón impartía clases en la universidad de Berkeley.
Me gustó conocerle personalmente porque había leido su libro Teoría de la sensibilidad, que me había acercado a una interpretación estética muy diferente de la que impartían en una escuela académica sin posibilidades de riesgo ni experimentación.
Xavier me pareció muy humilde, accesible, estaba contento de haber tenido esa oportunidad, no olvidemos que en la universidad de Berkeley, además del peligro que se corre a partir de la puesta del sol (asesinatos, violaciones, robos, drogas...) hay un parking exclusivamente para profesores a quienes se les ha otorgado el Nobel.
Pues bien, mas tarde, por esas cosas del destino, desde que empecé a ir a Ipswich, Queensland, Australia invitada por Prem Rawat en donde posee una gran finca, tuve la gran fortuna de hospedarme en casa de un catedrático de semiótica a cuya casa iba todos los años hasta que por razones físicas tuve que dejar de viajar.
Me entendía con él a la perfección.
Me tumbaba en una butaca diseñada por Le Corbusier y me embelesaba contemplando los libros que Jim me mostraba. Todos de una belleza extraordinaria y de una estética muy diferente a la que yo estoy acostumbrada ya que los australianos están mas influenciados por Japón por cuestiones de cercanía.
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