domingo, febrero 05, 2012

SOBRE EL ALCOHOLISMO














El tema de alcohol es un asunto al que solo se le da importancia cuando te hacen soplar y te quitan el carnet de conducir.
Yo no soy quien para hablar de los problemas que genera el alcohol ya que en el pais de los vascos está tan unido a la cultura como la gastronomía y la mayoría de la gente que conozco si no beben es porque son alcohólicos, así como los que no fumamos o no tomamos drogas duras.

Aquí se bebe siempre, hasta en misa.

En cuanto llegas a una casa, la primera que te ofrece una copa es tu madre.
La mía, que es de lo mas convencional, me ofrece champagne francés que es lo que a ella le gusta pero yo no lo tomo porque a las 7 de la tarde no me apetece el alcohol, demasiado pronto y el champagne no es santo de mi devoción, prefiero el JB a partir de las 20 horas y en un bar.

Me gusta beber pero tengo un límite impuesto por la naturaleza y es que en cuanto me paso un pelín de mi dosis, me entra un hipo insoportable que me corta el vacilón con perdón del palabro y lo único que me apetece es ir a mi casa y meterme en mi cama para que se me pase el desagradable hipo.

Suelo ir a un bareto que está cerca de mi casa porque no quiero tener problemas, ya que una vez que fui a Bilbao para ver un concierto de Josetxo Grieta, al volver me paró la policía, dí positivo al soplar por lo que, además de hacerme pasar un rato desagradabilísimo, pusieron el cepo al coche y al taxista que vino a buscarme también le hicieron soplar.
Me pusieron un multón, me quitaron el carnet porque me faltaba algún papel, por mas que lo intento siempre me falta algo y al día siguiente me dejaron ir a buscar mi pobre cochecito.

Cuando mi seguro reclamó y tal y cual y todo lo demás, habían pasado años y yo andaba con dos muletas, recién operada, o sea que el asunto llegó en el peor momento y yo, como quería ser buena y hacer las cosas bien, le dejé el coche a una amiga y me dediqué a viajar en metro y a gastarme mi dinero en taxis.

Lo único que he sacado en limpio de aquella espantosa experiencia es que si me volviera a pasar, haría caso omiso de la ley y seguiría conduciendo alegremente.

Por andar en aquellas condiciones me salió una tendinitis aquilea que me hizo ver las estrellas.

Reconozco que me sirvió de escarmiento y que ya no tomo una copa lejos de mi casa ni harta de marihuana.


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