Poco a poco, dia a dia, sin prisa pero sin pausa mi autobiografía en cartones con grapas va tomando forma, entre el desorden de carpetas y cartones, se amontonan los recuerdos y las novedades cotidianas que salen a mi encuentro para que yo las ordene con santa paciencia, corrigiendo, rasgando, rompiendo, deshaciendo...jamás podría ser acuarelista.
Mi don es el de corregir, arreglar, cortar, pegar, romper, deshacer, volver a hacer, siempre en estado de revolución.
Jamás algo definitivo, todo con derecho al cambio.
Y así, con mucha constancia, con la seguridad insegura que produce la experiencia, confiando en mis musas voy creando una obra extensa que cuenta mi vida en imágenes para quien tenga ojos para verlas y un corazón abierto a la comunicación.
Me decía Oteiza cuando vio los materiales con los que hacia mis cajitas, hace ya mas de 30 años que esa manera de ordenar los objetos venía de lo que había vivido de pequeña en casa de mis padres.
No le faltaba razón.
Nuestra casa de Bilbao era muy grande, 600 metros y éramos muchos hermanos, mucha gente de servicio y muchos invitados y mi madre la llevaba como quien dirige una empresa muy elegante.
Todo estaba primoroso, los manteles, los armarios, el almidón y los encañonados formaban parte del diario cotidiano; no digamos la exquisitez de las comidas, siempre cambiantes, divinamente presentadas...
Pasábamos los vernos en Santurce en donde había huerta, muchos árboles frutales, gallinas y mis hermanos pescaban a menudo. Eso suponía el uso de los mismos productos y sin embargo mi madre tenía tal poder de imaginación que cada día las vainas parecían diferentes, así como las manzanas, peras etc. etc
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