En mi fuero interno reconozco humildemente que cualquier mujer que se salga del tiesto ya merece cierto respeto.
Por experiencia propia sé lo difícil que resulta, para las mujeres que no tenemos vocación de esposas ni de madres ni de esclavas sumisas, ni de hijas complacientes, ni de hacer lo que se espera de nosotras, dar la vuelta al guante hasta que encuentras la horma de tu zapato.
Por eso admiro tanto e esas mujeres que en tiempos aún mas difíciles que los nuestros, se ponían el mundo por montera y eran capaces de hacer heroicidades con tal de lleva adelante su verdadera vocación y desarrollar su talento.
Isadora Duncan es un ejemplo heroico, aunque tiene a su favor que su madre desde muy temprano le enseñó a leer a grandes escritores, lo cual resultó una magnífica influencia en su ya muy abierta mentalidad.
Algo que tenemos en común las mujeres que luchamos por encontrarnos a gusto es que por alguna razón que desconozco las grandes tragedias nos acechan. Quizás sea esa la factura que pagamos por conocer los placeres de la mismidad.
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