Desde que leí "La dama de las camelias" y lo leí varias veces, me entraron ganas de que alguien me regalara una orquídea.
Sentía ese deseo con la misma intensidad con la que se comenta alegremente que hay que plantar un árbol, escribir un libro etc.
En ese tiempo dichoso y francés, vivía en un internado de Burdeos, L'Institution du parc, que resumiendo era el colegio de la Asunción, las mismas monjas del colegio de Santa Isabel, que es donde había estado en Madrid, pero en francesas, lo cual cambiaba mucho el panorama.
Además de encontrarme feliz en Francia y de aprender francés y adentrarme en una cultura de libertad y alegría que se parecía a mi por dentro y que nunca había tenido oportunidad de expresarla porque en España todo era pecado y en Francia todo era encantador, me pasaba los dias y las noches empapándome de la literatura francesa que me abrió los ojos y me hizo saber que todo lo que yo sentía era normal.
Cuando volví de Francia, inmediatamente me eché novio y me regaló una orquídea blanca que es el símbolo del amor mas puro.
Aquí las orquídeas son difíciles de cultivar y se tratan como joyas.
La mía venía en una caja de plástico transparente adornada con muchísima delicadeza y durante el tiempo que duró la idolatré, nunca olvidaré ese regalo.
Sigo pensando que es preciso que una mujer reciba una orquídea por lo menos una vez en su vida.
En Vietnam cultivan las orquídeas con cierta facilidad, debido al clima y a que son originarias de Asia.
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