No soy la única persona que tiene una atracción desmesurada hacia el cartón.
Creo que está relacionado con un cierto tipo de austeridad ancestral, con ese cierto descontento que produce la vida cortesana que obliga a las personas inclinadas a los placeres de la mística a retirarse y despojarse de las necesidades mundanas.
Fray Luis de León lo describe en su ODA I Que descansada vida, que como ya he comentado en otras ocasiones es mi poema favorito, mi inspiración y mi ejemplo a seguir.
Mis cartones autobiográficos forman parte de esa manera de vivir la vida sin miedo, sin pretensiones, sin deseos ni apegos, sin necesidades, sin propiedades, suelta, abierta a la vida, aceptando, confiando.
Tratando de evitas las emociones, neutra, serena, solo protegiendo y alimentando mi paz interior.
Me amo, me aprecio, me perdono, me disculpo.
Poco a poco voy limpiando los restos que quedan en mi de una educación católica, que me atemorizaba y me culpabilizaba y hacía que me sintiera indigna, porque incluso tenía que decirlo con palabras:
"yo no soy digna...
Hoy en dia sé que soy digna porque me consta que Dios está dentro de mi.
Así que, borrados los resquicios del temor, alegre y confiada, vivo la vida a mi manera, colmada de paz, prosperidad y dignidad.
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