Ayer tenía la intención de ir al Guggy para ver alguna expo interesante, pero preferí comer en Don Miguel,
que es un restaurante que está cerca y donde me tratan bien, muchísimo mejor que en el Guggenheim que son incapaces de decirte ni siquiera las exposiciones que están teniendo lugar.
Llamo por teléfono y me habla un contestador en Euskera.
Cuando consigo que me hable una persona en castellano, le pregunto a ver que tienen de especial y me contesta, sorprendida, que no estoy llamando al lugar adecuado que eso es el departamento de amigos del museo y ahí no saben lo que se expone.
Por mi, como si se lo lleva la corriente del río Nervión.
Mucho ruido y pocas nueces.
No niego que el hecho de que esa especie de berza de titanio esté en Bilbao me ha servido para ver obras que hasta ahora solo las había visto en otros lugares del planeta y que justo ahora que estoy discapacitada me viene muy bien que me las traigan a domicilio pero es repugnante el maltrato y las vejaciones por las que tengo que pasar cada vez que entro en ese laberinto de mercaderes del arte.
Y la verdad es que las tres veces que he expuesto en ese museo me creía que hacía algo importante pero casi prefiero que proyecten mis videos en L'Mono, a lo mejor lo aprecian mas.
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