Recuerdo que hace muchos años, mucho antes de que yo me fuera a EEUU, Sol Lewitt expuso en la galería Rekalde de Bilbao y fue de agradecer que en aquellos tiempos nos trajeran a domicilio la obra de un artista tan prestigioso.
Pintaron las pareces con sus rayas y se notaba que respetaron losas direcciones de Lewitt al milímetro. Luego las borraron y se acabó: arte efímero, una rama del arte conceptual.
En aquellos tiempos todavía cabía emocionarse y/o exaltarse ante una obra de arte.
Hoy en día Bilbao ofrece una serie de franquicias en las que se pueden ver desde un metro de distancia los intercambios que hacen en la industria del arte.
Han cambiado los Altos Hornos de Vizcaya por el glamour de los museos franquicia en donde meten esculturas fabricadas en las antiguas navieras que tendrían que estar al aire libre y crean lo que Merino llama "la capilla sixtina de la escultura" (refiriéndose a la sala de las Serra) y ya no sé mucho mas porque no siento ese amor que sentía cuando iba a las galerías.
Ahora me da apuro ir a una galería sabiendo que no voy a comprar nada; me siento mejor en la frutería, todo está vivo, me tratan bien y me inspira mas el colorido y los productos del campo.
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